Para mí, Marissa, por la desgracia de conocerte.
Amanezco aferrado a la nostalgia, no te siento.
Soy un imprevisto inmutable.
En la calle, en las cosas, en los árboles,
eres un eco de viento perturbado
en la penumbra de tu acento.
Camino fluyendo a los minutos silenciosos
de tu imagen tranquila, ingrávida.
Aire quieto, amargo, reposado
en nuestra distancia.
Mi pecho busca territorios,
algún lugar trémulo, entre arbustos,
o entre abismos y hojarasca,
en la libertad de mis pasiones,
hálitos prodigiosos para alcanzarte alguna vez, amor mío.
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