Aroma de ciudad

Llanto vaciado de esta ciudad.

Mi boca, negación de calles

en tu cuello desnudo.

No hay huellas en estas venas de tezontle,

solo tú sembraste las manos con hierro candente.

Para no amarte de madrugada,

te vas en un torrente entre ventanas.

No quiero despertar y ver azoteas,

no quiero vivir la ciudad con la conciencia cercenada,

ni un instante que preceda tu imagen con los ojos abiertos.

Morir enturbiado de mentiras

es la última voz trastocada por el tránsito oscuro.

Ciudad, hervidero de memorias

en la eternidad que ofrece.

Morir, que no sea en la conciencia,

porque mal moriré estúpidamente de hastío.

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